La nueva película de Bong Joon-ho, el director que arrasó en 2019 con Parásitos —una de las pocas cintas en ganar tanto la Palma de Oro en Cannes como el Oscar a Mejor Película, junto a Anora—, llega con grandes expectativas. Protagonizada por Robert Pattinson, que interpreta no solo al personaje principal, Mickey, sino también a sus clones (hasta el número 17), la película destaca por su versatilidad actoral. Pattinson brilla especialmente como Mickey 18, una versión distinta que le permite expandirse y ofrecer dos interpretaciones opuestas, consolidándolo como uno de los mejores actores de su generación, con roles de culto en Cosmopolis o El faro, más allá de Crepúsculo.

La cinta, una comedia negra de ciencia ficción ambientada en un planeta extraterrestre con tecnología inventada y un sistema de clonación, recuerda a Snowpiercer y, sobretodo, a la genial Moon. Como en Snowpiercer, con Chris Evans, Bong Joon-ho aborda la lucha de clases en un mundo postapocalíptico, donde los ricos oprimen a los pobres, tratándolos como desechos, un mensaje muy recurrente en la filmografía del director surcoreano. Aquí, Mickey es un clon prescindible, regenerado tras cada muerte para cumplir misiones, lo que trivializa la muerte y reflexiona sobre la futilidad de la vida. La comedia surge de esta premisa, con un inicio in media res donde Mickey 17 acepta su destino con una naturalidad hilarante. Un flashback al minuto 20, narrado con la voz en off de Pattinson, explica el universo de la película (que es incluso más grande de lo que se pueda imaginar), guiando al espectador con humor y pensamientos internos.
El punto fuerte es la interacción entre los clones, especialmente cuando Mickey 17 descubre a Mickey 18, un clon opuesto que tiene más autoridad y deseos de rebelarse. Esta colaboración impulsa la trama, aunque pierde fuelle tras la primera hora. La película mezcla géneros —ciencia ficción, comedia, algo de terror—, pero al abarcar tanto, se queda en un terreno regular, sin alcanzar la precisión de Parásitos o la intensidad de Snowpiercer. El ritmo, ligero al principio, se torna monótono y hasta aburrido cuando la narrativa se vuelve casi improvisada, con escenas largas que dependen del carisma de Pattinson y Mark Ruffalo, cuyo personaje, caricaturesco como el de Tilda Swinton en Snowpiercer, roza lo ridículo de forma intencionada para satirizar a una élite obsesionada con la imagen pública.

La banda sonora, con toques sinfónicos, boleros, e incluso guiños a Manuel de Falla, es un acierto. Bong Joon-ho usa la música para narrar, no solo para acompañar. Un momento destacado ocurre cuando los clones se conocen: el sonido ambiental se apaga, dejando solo la música y sus voces, anticipando su conexión. Esta elección refuerza el tono emocional y cómico. Sin embargo, la película no equilibra demasiado bien sus temas sociales y narrativos.
Es cierto que la película es una propuesta interesante, pero irregular. Pattinson y la comedia negra son lo mejor, junto con una banda sonora narrativa, pero la mezcla de géneros y un ritmo desigual la hacen menos memorable. Si te gusta la ciencia ficción como Moon (insisto, muy recomendable) o el estilo crítico de Bong Joon-ho, disfrutarás la primera hora, pero el resto puede sentirse monótona. No es su mejor obra, pero el talento de Pattinson y los toques de autor la hacen valer la pena.
