Thunderbolts*, la película número 35 del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), se suma a una saga que, junto a James Bond, aspira a ser una de las más largas de la historia del cine. Desde que Iron Man (2008) introdujo la escena post-créditos, el MCU ha crecido como una maquinaria de comida rápida, produciendo películas que, aunque técnicamente similares, mantienen vivo este universo. Sin embargo, la intro clásica de Marvel, con su música y viñetas de cómic, ya muestra cierto desgaste, como si anticipara otra cinta genérica. Afortunadamente, Thunderbolts sorprende al romper con esa expectativa.

La película reúne a un equipo de antihéroes —perdedores, como ellos mismos se reconocen— liderados por el villano Vacío (The Void), un personaje fascinante de los cómics, conocido por su dualidad devastadora y su poder descomunal. Este grupo, que incluye a Yelena Belova, Bucky Barnes, Red Guardian, Ghost, Taskmaster y John Walker, no pretende ser los Vengadores, y el guion lo asume desde el inicio, usando su condición de marginados para generar comedia y empatía.
Como en Guardianes de la Galaxia o Escuadrón Suicida de DC, estos personajes rompen los arquetipos de superhéroe: son antihéroes con pasados turbios, luchas internas y problemas humanos como la depresión o la soledad. Esta conexión emocional, centrada en aceptar la oscuridad para transformarla, los hace entrañables y cercanos.
A diferencia de Capitán América: Brave New World, que pecaba de seria y dispersa, Thunderbolts se estructura en dos partes claras, casi en tiempo real, lo que la hace dinámica y entretenida. La primera mitad establece la premisa, mientras la segunda profundiza en las interacciones del equipo. Aunque hay momentos dramáticos algo pesados, necesarios para avanzar la trama, el ritmo no decae, manteniendo al espectador enganchado, especialmente si disfruta del universo Marvel. El clímax, con un mensaje sobre la salud mental y la redención, está bien logrado, dando sentido a las luchas internas de los personajes.

La banda sonora es un acierto inesperado. No se limita a acompañar las escenas, sino que aporta narrativa. Por ejemplo, una secuencia donde un personaje se eleva al cielo, acompañada por violines en staccato cada vez más rápidos, refleja el nerviosismo de la acción. La música incluye guiños sutiles para los fans, como una variación del tema de los Vengadores, adaptado con nuevas notas para estos “nuevos Vengadores”. Es un uso elegante que refuerza la identidad de los Thunderbolts.
En resumen es una grata sorpresa en un MCU que muestra signos de fatiga. Aunque la intro y algunos momentos iniciales son algo pesados, la dinámica entre los antihéroes, el humor y las reflexiones sobre la salud mental la hacen destacable. No alcanza las cotas de Guardianes de la Galaxia, pero es más sólida que muchas de las películas anteriores de Marvel y sirve como bisagra para la nueva fase del MCU, con escenas post-créditos que prometen un futuro ambicioso (y casi infinito). Si te gusta Marvel o los antihéroes al estilo Escuadrón Suicida, esta película te entretendrá. Es un recordatorio de que incluso los “perdedores” pueden brillar.